Moyano ratificó el paro y la movilización para mañana, en una medida que nadie cree que tenga que ver con su función como Secretario General de la CGT, sino más bien con sus propias aspiraciones políticas.
A Moyano lo han abrazado, al
enfrentarse a Cristina, los mismos que desde hace años vienen construyendo sobre su
rictus algo parecido a un monstruo; sobre él, la
oligarquía y el medio pelo pudieron proyectar todo lo que consideraban negativo, su temor al
pueblo, a los trabajadores. Era lógico que así fuera: Moyano es morocho,
peronista, había tenido un pasado medianamente combativo y apoyaba al gobierno
que más hizo por los trabajadores y el pueblo argentino desde, por lo menos,
los años de Perón.
Ahora se ha convertido en la
nueva esperanza blanca del establishment: el domingo 17 de junio dispusieron
para él un cómodo lugar en TN, lo maquillaron, lo mimaron y le dieron el
espacio para que lance el paro-bloqueo.
Una vez que el paro y la
movilización fueron lanzados desde ese estudio de la empresa que no reconoce a
sus delegados gremiales, Moyano recibió palabras de apoyo y aliento del
compañero Néstor Pitrola, la nacional y popular Mesa de enlace y la luchadora
por los derechos de los genocidas, Cecilia Pando, entre otros ilustres
personajes de nuestra patria.
El reclamo sobre el que fue
montada la operación moyanista (la suba del mínimo no imponible y la supresión
del tope a las asignaciones familiares) es legítimo y, también, por qué no
decirlo, justo. Nadie del campo Nacional y Popular podría estar en desacuerdo,
si se tratara de un reclamo sincero. Pero no es difícil percibir que se busca otra
cosa. Se puede olfatear que es una jugada política montada sobre un reclamo
justo, viendo que las cosas no corren sobre los carriles normales de la
negociación sindical.
El contexto en el que Moyano
ratifica el paro y la movilización a Plaza de Mayo, no es un dato menor.
Pensemos en la coyuntura: hace unos días, luego de un confuso episodio en una toma de tierras en que murieron 17
personas en Curuguaty, fue destituido Fernando Lugo, Presidente de
Paraguay, a través de un golpe parlamentario. Esta movida destituyente ya la conocía la embajada- o sea, la CIA- desde 2009.
Pareciera que se buscó- y, lo que es terrible, se consiguió- atacar al eslabón
más débil de la Unión Latinoamericana.
Por otro lado, hace cinco días que Evo Morales viene sufriendo una embestida
de la Policía (por un “reclamo”... ¡salarial!) con claros tintes golpistas.
El presidente boliviano afirmó que las fuerzas de seguridad estaban infiltradas
por la CIA y aclaró que no enviará a las Fuerzas Armadas a reprimir porque es
lo que están esperando algunos sectores para desestabilizar.
Hace unas horas, en Cadena
Nacional, Cristina aportó- en consonancia- un dato más que inquietante sobre la
situación que se vivió en Chubut hace
algunos días: "Hay un entrelazamiento de intereses sindicales,
políticos, de bandas. Lo que me explicó el señor Secretario de Seguridad,
Berni, es que se estaba buscando que Gendarmería entrara a sangre y fuego para
producir un evento que desestabilizara al Gobierno y a las instituciones".
En ese contexto- cuando aparecen
en Latinoamérica novedosas formas de golpes de estado a los gobiernos populares-
Moyano ratifica la movilización a Plaza de Mayo. Es por eso que, le guste o no
al hombre que quiso ser Lula y no le dio el piné, se trata de una movida
destituyente. De la que sacarán provecho, nuevamente, como siempre, los
sectores golpistas, neoliberales, oligárquicos, antisindicales y antipopulares.
Moyano ha decidido jugar ahí, con
el visto bueno de los enemigos de siempre y el peligro de ser la punta de lanza
en una embestida contra un gobierno nacional y popular.
La historia lo juzgará. El pueblo,
seguramente, ya lo ha hecho.